Joan Blume llega a vivir a Madrid hace trece meses buscando un viejo amor, lo último que supo de ella fue una postal sin palabras que le llegó con matasellos de Madrid-Centro. Ha dejado su trabajo de escritor/traductor con el que vivía bastante bien en el país de sus padres por el trabajo que sea que le dé de comer.
Después de un tiempo sigue sin encontrar a aquella mujer y se siente atrapado en esta ciudad. No tiene más que una postal y una ilusión que se destiñe cada día.
Encuentra un trabajo, un buen trabajo, no escribe ni traduce pero trabaja en un periódico.
Su vida se llena nuevamente de letras, agregando ahora imágenes, publicidad e historias de otros, dramas de otros .
El sentido de la realidad se ve trastocado, ya no sabe bien dónde está, hace cuánto ni por qué está donde está.
Empieza a hacer postales con los pequeños trozos de papel que rescata de revistas, periódicos y afiches.
Hace postales que no envía.
Son postales de un lugar utópico.
Joan Blume era un viajero.
Joan Blume se ha quedado atrapada a mitad de camino entre el pasado y la ilusión.
Joan Blume es ahora un náufrago
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